¿Qué tal?
Feliz miércoles.
Mi canción del día es “Kiss of Life” de Sade:
Con el segundo gran triunfo electoral de Donald Trump, se sella el sentimiento de época: Un vitalismo que no es siquiera protofascista, sino oportunista. Y en su oportunismo, acoge a quienes fueron alienados por el clima cultural saliente, o empobrecidos por el programa económico que se desplegó mientras estabamos ocupados en discusiones sin importancia.
Ya sabemos que big tech ganó. Justo hoy estaba viendo un documental sobre la lucha legal de Backpage, portal de anuncios clasificados que fue asaltado por el FBI, por John McCain y por Kamala Harris, bajo acusaciones de facilitar el tráfico humano y el abuso infantil.
A pesar de su efectividad sin precedentes (uno de los fundadores del portal se suicidó, el otro está preso), el ataque a Backpage es sólo una nota de pie de página en la guerra entre el gobierno norteamericano y la economía de plataformas. Mark Zuckerberg hoy elude toda responsabilidad sobre el impacto político de Meta - en el peor de los casos, le deben un favor. Jeff Bezos, también presente en la inauguración de Trump, va a evadir cualquier arremetimiento en defensa de los derechos laborales o acción antimonopólica. Microsoft y Alphabet pueden disfrutar de pronósticos similares. El CEO de Roblox también estuvo presente, así que podríamos asumir, muy lineal y ya maliciosamente, que los reguladores lo van a dejar en paz.
Ni hablemos de Elon Musk y Sam Altman, quienes, a pesar de sus tensiones personales, serán hermanados por la generosidad del gobierno norteamericano. Podemos asumir que si toda esa gente gana, las facciones más precarizadas de la base electoral de Trump van a ganar. Ojalá sea el caso.
Pero, aunque parezca mentira, lo que me convoca hoy no es la sed de justicia social, si no cierto espíritu epicúreo. Muchos sentimos que este cambio de aire, con su banalidad del mal, puede avanzar una agenda de frivolidad, ineficiencia y hedonismo. Esta agenda puede expresarse mediante una suerte de revival espiritual de los 80s, época de polarización social, austeridad económica, belicosidad, narcotráfico y corrupción.
Podríamos imaginar que los late 2010s tuvieron una oferta artística similar a los early 2000s, cosa que habría sido de esperar leyendo sobre el sentimiento de época. Si hay que rebelarse poéticamente y protestar desde una indignación righteous y melancólica, ¿Por qué no tenemos a Connor Oberst cantando “When the president talks to God”? ¿Por qué no tenemos American Idiot, al menos? Porque ya se hizo y la época no sabe qué decir por sí misma. En cada iteración del sentimiento, vemos que no nos redime, entonces un nuevo intento deja de tener sentido.
Entendemos que el mundo es cíclico, y que la historia de la humanidad es larga, diversa y caótica. Se siente una cretinada hablar de desiertos y de épocas de grandes hombres.
Pero sin dudas, hay momentos en los que, luego de vagar por mucho tiempo, la época se entiende a sí misma. Y en esos momentos, la cultura florece. Todos somos distintos, pero entendemos en qué lugar estamos operando, con un entendimiento que escapa a las palabras, lo olemos en el aire.
La gran razón por la que el clima cultural se siente yermo es que no entendimos el espíritu de época. Y los abanderados de estos discursos políticos que triunfan contra toda razón y sensibilidad, no entienden este espíritu tampoco. Por eso combinan gritos de guerra solemnes con humor e impericia técnica. Incluso la pose pos-irónica de Yuppie recalcitrante está impostada para generar una reacción histérica. Se imposta desde la histeria, para causar la histeria, y “la cultura” se vuelve inhabitable. Para peor, la falta de rango emocional hace que una denuncia seria contra una injusticia intolerable tome la misma estética que una anécdota o un chimento. Todo es terrible, entonces nos volvemos incapaces de operar en distintas magnitudes.
Como comenté en una edición muy reciente,
“Es el mejor momento histórico para ser un consumidor.
El consumidor pre-internet se inventaba a sí mismo mediante sus consumos, que daban señales sociales a su audiencia (compuesta por familiares, amigos, conocidos, colegas y personas que se le cruzaban por la calle). Ahora, el consumidor puede:
Hacerse de una audiencia más grande frente a la que posturar.
Complementar sus decisiones de consumo de productos con consumo de contenido y reproducción de material alineado marcariamente. Es decir, consumir sin comprar, la gran innovación de la ‘attention economy’.
Ejercer tribalismo de consumo en un contexto en el que no acarrea costos reales y por lo tanto no resulta patético.”
Deberíamos explotar estas nuevas posibilidades mediante un espíritu lúdico. Pero estamos buscandonos en internet, esperando encontrar un arquetipo que nos permita calmar nuestras ansiedades.
Para liberarnos de la melancolía de épocas anteriores, y poder operar con amor e inteligencia en un mundo que insiste en ser injusto, tenemos que aceptar el espíritu de época. El espíritu de época no es sólo juego, es LARPing. Es compromiso con el medio, no con la causa. No se pasen de rosca.
“Look, if the contemporary condition is hopelessly shitty, insipid, materialistic, emotionally retarded, sadomasochistic, and stupid, then I (or any writer) can get away with slapping together stories with characters who are stupid, vapid, emotionally retarded, which is easy, because these sorts of characters require no development. With descriptions that are simply lists of brand-name consumer products. Where stupid people say insipid stuff to each other. If what's always distinguished bad writing -- flat characters, a narrative world that's cliched and not recognizably human, etc. -- is also a description of today's world, then bad writing becomes an ingenious mimesis of a bad world. If readers simply believe the world is stupid and shallow and mean, then Ellis can write a mean shallow stupid novel that becomes a mordant deadpan commentary on the badness of everything. Look man, we'd probably most of us agree that these are dark times, and stupid ones, but do we need fiction that does nothing but dramatize how dark and stupid everything is? In dark times, the definition of good art would seem to be art that locates and applies CPR to those elements of what's human and magical that still live and glow despite the times' darkness. Really good fiction could have as dark a worldview as it wished, but it'd find a way both to depict this world and to illuminate the possibilities for being alive and human in it.”
- David Foster Wallace, sobre
BratAmerican Psycho
Nos vemos el domingo,
Aaron
Las pelis de Alice Rohrwacher, sobre todo la última, logra exactamente lo que dice DFW, recomiendo siempre.