¿Qué tal?
Feliz domingo.
Mi canción de hoy es “Good Living is Coming for You” de Sweeping Promises:
Aprendiendo del éxito
Uno de mis artículos más compartidos y celebrados hasta el momento ha sido “Deus Ex Machina”, un mapeo tendencioso de nuevas formas de espiritualidad marcadas por las ansiedades y los mecanismos de circulación de la información de la época.
Puedo atribuir esta buena recepción a varios factores:
El artículo cubre varios fenómenos de interés, de una forma bastante sucinta. Si se quiere, es uno de mis artículos más densos en “valor”.
La mayoría de mis lectores conoce gente que se ha visto sumergida en alguna de las tendencias identificadas. Esto permite que la pieza se disfrute, no tanto como análisis de época, sino como kit de herramientas para el chimento. Lo celebro.
Las listas son divertidas. Son escaneables. Satisfacen ese impulso por enumerar, coleccionar y completar que todos compartimos, aunque pocos lo indulgan intencionalmente. Sumemos el hecho de que son fáciles de escribir y se vuelve evidente por qué el formato “listicle” es uno de los más exitosos de los últimos 15 años.
Como fuese, creo que lo que quiero tratar hoy se vería beneficiado por este formato. En especial porque es un artículo hermano de “Deus Ex Machina”. Ya no pienso en ciertos memes pseudoreligiosos, pienso en estereotipos, o mejor dicho, arquetipos de la época que sirven de estandarte para grupos humanos, subculturas y postureos.
Pero, antes de la lista, me veo obligado a desarrollar un breve apartado teórico. Sin él, todo esto se va a sentir como un cúmulo de insultos sin sentidos y conjunciones descartables. No te preocupes, voy a asegurarme de que sea llevadero.
Auto-ficcionalización, branding personal y la ansiedad por ser legible
Suponemos que las redes sociales democratizan la puja por status. Como expliqué en “Las marcas personales terminaron”, esta oportunidad percibida puede llevar a actores poco calificados a arrojarse a arenas hostiles, con agendas delirantes.En el artículo mencionado, uso el ejemplo de un mayorista de bombachas.
Pero a su vez, este panorama hace que los individuos nos sintamos particularmente interpelados a participar en la arena pública - somos actores culturales, no sólo consumidores. Podemos producir y reproducir discurso, podemos “curar nuestro feed”, y en esta curación, inventarnos a nosotros mismos con una audiencia - real o imaginaria.
Es el mejor momento histórico para ser un consumidor.
El consumidor pre-internet se inventaba a sí mismo mediante sus consumos, que daban señales sociales a su audiencia (compuesta por familiares, amigos, conocidos, colegas y personas que se le cruzaban por la calle). Ahora, el consumidor puede:
Hacerse de una audiencia más grande frente a la que posturar.
Complementar sus decisiones de consumo de productos con consumo de contenido y reproducción de material alineado marcariamente. Es decir, consumir sin comprar, la gran innovación de la “attention economy”.
Ejercer tribalismo de consumo en un contexto en el que no acarrea costos reales y por lo tanto no resulta patético.
Lo interesante de los arquetipos es que nadie cuadra 100% en ninguno. Pero todos tenemos uno con el que se nos puede asociar más razonablemente que con otro.
A principios de los 2000s, teníamos tribus urbanas, que si bien acarreaban sus arquetipos individuales, se pensaban desde lo colectivo y lo local.
Nuestra década está marcada por la radicalización política y el mainstreaming del “teórico”. Doy un ejemplo potente: Más allá de su track record académico cuestionable, podemos coincidir en que hoy nos preside alguien que se construyó como un teórico. Más allá de Milei, esta adulación al estudioso que trae recetas para arreglar la sociedad es una pesada herencia del feminismo, que trajo a la arena pública conversaciones teóricamente pesadas, que curaron algunas heridas y salaron otras.
Como fuese, esta curiosidad intelectual tímida e insatisfecha por el mainstream bobo hace que los arquetipos de hace 15 años se sientan como postureos naif. En los emos un desaliento light que terminó en un culto a los profesionales de la salud mental. En los floggers, veíamos un hedonismo adolescente sin segunda historia.
Hoy, quizás por la soledad y el aislamiento que hicieron metástasis post-COVID, vemos en cada arquetipo una falencia de la época, con una subtrama psicosexual densísima.
No quiero terminar este apartado negativamente. Especialmente porque estoy esperanzado. Lo que mencioné hace unos párrafos, sobre la necesidad de entender y la curiosidad intelectual me parece razón suficiente para tener una prognosis positiva.
Ahora bien, este hambre por conocer se ve anulado por una dieta de contenido de baja calidad, que nos ofrece pseudo-conocimiento y pseudo-teoría. Necesitamos gente curiosa e inteligente, dispuesta a producir material de buena calidad - y necesitamos crearles un safe haven de recursos y amplificación para que puedan hacer su trabajo. En cierto sentido, creo que fue el sueño de Canal Encuentro. Ojalá algún día se cumpla.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Nada Respetable para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.