Deseos de ellas / deseos de ellos
Nuestra época se lee como una guerra de los sexos en la que nadie va a ganar.
¿Qué tal?
No te voy a mentir, me encantan los jueves por la noche.
La canción que acompaña esta edición es el cover “Eyes Without A Face” de Sinnerella:
En estas columnas, hemos tratado con humillante asiduidad los códigos relacionales de la época y su tensión con el imaginario erótico. Protocolarizamos las relaciones de formas que nos castran y nos atrofian. Y en nuestra intimidad, consumimos pornografía que nos expone a una fantasía de desenfreno, paradójicamente protocolarizada - ya sea por estudios de tendencias del mercado editorial, o por burócratas de la industria pornográfica.
Nuestras fantasías nos asustan, entonces ante cualquier posibilidad de concretarlas, nos autosaboteamos. Citas aburridas y un sexo de checklist. Somos amantes egoístas porque no nos moviliza el deseo, si no la búsqueda de un consuelo tras haber gastado dos horas de vida/100 mil pesos en un Temple.
Todo es flaccidez, nada es suficiente, y el encontrarse en esta situación estúpida y triste te hace sentir estúpida y triste también. Una cita son todas las citas, un tipo son todos los tipos. Las conversaciones son siempre las mismas. Él dice lo que se supone que tiene que decir, vos contestas como se supone que lo tenés que hacer. Es como si estuviesen interpretando una obra frente a una audiencia - pero no hay audiencia. Es una farsa absurda, y ojalá pudieras, aunque sea por un momento, dejarlo entrever. Si le hicieras saber que entendés que todo esto es un poco humillante, si aceptaras la incomodidad quizás habría refugio, complicidad, calidez, algo.
Pero eso sería demasiado comprometido, habilitaría la posibilidad de que te importase, y no te puede importar. Tenés mejores lugares donde estar. Le aceptaste la cita porque, justo hoy, no tenés un mejor lugar donde estar, pero cualquier otro día pueden encontrarte en lugares mejores, con otro tipo de gente que él no conoce. Estás haciendo beneficencia. Así que decidís proceder por la senda de siempre. Ojalá algún día conozcas a un tipo con sangre en las venas. Quizás quede alguno en uno de esos mejores lugares donde solés estar.
Cuidado, mis peores opiniones suelen empezar así: Todo este asunto me recuerda a un tweet que leí hace un tiempo. No lo recuerdo verbatim, pero que voy a intentar parafrasearlo:
“A las mujeres les gustan los CEOs y los criminales porque tanto los CEOs como los criminales quieren algo. Tienen fuerza vital. La mayoría de los hombres son fundamentalmente suicidas, les da igual existir o no. Sólo se mantienen con vida gracias a la esperanza de eyacular en algún momento.”
Al menos como lo recuerdo, este es un comentario innecesariamente cruel. Pero vislumbra algo de verdad: La fuerza vital es atractiva. La ambición y la voracidad son atractivas. Por eso buena parte del discurso de la “derecha alternativa” resulta tan lúbrico.
Quien fantasea con ser un yuppie que patea Manhattan en un revival imposible de los 80s quiere algo para sí. Quien quiere ganar elecciones, fundar empresas, desplegar ejércitos - aunque sea quiere algo. Desear hacer el mal es preferible a no desear nada. Usurpar y robar es preferible a rogar y esperar.
De cuando en cuando, resurge en Twitter la discusión absurda sobre por qué a las mujeres “le gustan los turros”. El “turro” arquetípico derrocha fuerza vital, forja su propio código de conducta, y está libre de las vanidades que nos envuelven a los varones de clase media. En el turro, la ansiedad y la melancolía que nos hacen ir a terapia se manifiestan como una predisposición hacia la violencia. Los códigos relacionales-sexuales que nos vuelven pésimos amantes y novios histéricos no interpelan al turro. Es lo más parecido a un hombre que las muchachas tienen disponibles.
Si te parece que hay un tufillo clasista en todo esto, si sentís que mi descripción de “el turro” bien podría ser un extracto de algún texto racialista proveniente de un recoveco horrible de la historia, tenés razón.
Más allá de que uno no esté solo en internet, el hecho de que uno esté solo ante internet lo vuelve un campo particularmente fértil para la fantasía. Las mujeres que reportan sobre tórridos romances con turros y que los han vivido en la realidad son una minoría. La mayoría está diseñando una fantasía tan solipsista como toda fantasía. “Me encantan los turros, te hacen el amor como ningún otro pibe” es la versión femenina de esos posts con clips de Gio Scotti que denuncian que ciertos políticos kirchneristas dedicaron su vida entera a prevenir que [vos] tengas [esto].
Quiero creer que nos estamos divirtiendo mucho. Yo sí.
Nos vemos el domingo,
Aaron