¿Qué tal?
Espero que estés teniendo un buen domingo.
Mi canción de hoy es “The Divine Chord” de The Avalanches, MGMT & Johnny Marr:
La raíz de todos los males
En la edición anterior, acerqué una pequeña lista de lecturas recomendadas. Una de ellas fue Desayuno de Campeones de Kurt Vonnegut. Quiero mucho a Vonnegut desde hace años, pero no lo he leído en su totalidad. Por ejemplo, esta es la primera vez que leía esta novela, su más conocida.
Si tuviese que sintetizar el libro, con la falta de cuidado con la que uno cuenta historias viejas y famosas, diría que Breakfast of Champions trata sobre un empresario del Medio Oeste norteamericano que enloquece luego de leer una novela en la que el Creador del Universo le dice al lector que todas las personas salvo él, son máquinas. El mundo es una suerte de espectáculo con animatrones montado por el Creador del Universo con el único propósito de ver cómo el lector reacciona a eventos. La novela contextualiza el encuentro entre el autor de este libro y el empresario.
Considerando la riqueza literaria y filosófica de la novela, contar esto es no contar nada: Léanla. Pero esta sinopsis apresurada rescata uno de sus conceptos más interesantes: La mayoría de los problemas entre seres humanos nace de dos grandes misconceptions. Primero, que el mundo tiene “personajes principales” y “personajes secundarios”. Segundo, que las personas son máquinas de hacer cosas.
Esta edición va a tratar sobre el segundo problema. Pero hago una parada técnica por el primero.
Main character of the universe
Este asunto de dividir el mundo entre “personajes principales” y “personajes secundarios” podría ser abordado a través del concepto memético de “main character of the universe”, que comenzó como un insulto pero pronto se convirtió en un halago.
Se pasó de “hay gente que se cree el personaje principal del universo - tiene una variante de narcisismo particularmente molesto” a “esta chica está bien vestida, tiene main character energy.”
Como fuese - ya les dije, parada técnica.
Inteligencia general artificial
Hace un tiempo, leí dos artículos muy interesantes que cuestionan cómo el boom de la inteligencia artificial lastima nuestra concepción de inteligencia humana.
Estos son:
“The empty brain”, escrito por Robert Epstein y publicado en Aeon.
“The danger of superhuman AI is not what you think”, de Shannon Vallor para Noema.
El primero es una curiosidad muy bien explicada. El segundo es una lluvia de verdades.
Básicamente, Vallor se pelea con la idea de que la inteligencia humana puede ser reducida a “habilidad de resolver problemas en base a un pedido, produciendo material utilizable.” Hay una dimensión de la cognición que se relega, se marca como irrelevante porque en su carácter de caja negra, no podemos asegurar fehacientemente que sea esencial para generar outputs utilizables.
Cito:
“A self-aware machine that is ‘indistinguishable from the human mind’ is no longer the defining ambition for AGI. A machine that matches or outperforms us on a vast array of economically valuable tasks is the latest target. OpenAI, which led the way in moving AGI’s goalposts, defines AGI in their charter as ‘highly autonomous systems that outperform humans at most economically valuable work.’ (…) Once you have reduced the concept of human intelligence to what the markets will pay for, then suddenly, all it takes to build an intelligent machine — even a superhuman one — is to make something that generates economically valuable outputs at a rate and average quality that exceeds your own economic output. Anything else is irrelevant.”
Ahora bien, comprando esta idea de la inteligencia como la capacidad de producir outputs satisfactorios en base a un prompt, nos encontramos con un problema cabal y con una posibilidad muy interesante.
Prompteate esta
Mucha gente se comunica muy mal. Aquellos amigos que están en contacto con niños (ya sea por motivos profesionales o familiares), me advierten que la gente de menos de 15 años se expresa muy escuetamente. Tienden a los monosílabos y luchan con hilar sus ideas para formar estructuras argumentativas.
Podría acusárseme de decrepitud precoz.
- Los chicos de ahora no saben hablar.
- Tiene razón, abuelo. Escúcheme, ¿El pañal le queda cómodo o se lo aflojo un poco más?
Pero no son sólo los chicos. En entornos profesionales veo una diferencia significativa entre aquellos que saben comunicarse y aquellos que no. A su vez, percibo una grieta profunda e irrevocable entre aquellos que sienten que vale la pena comunicar bien, y aquellos que prefieren ser un problema.
Recuerdo una de mis primeras colaboraciones con un manager de carrera, un CMO de unos 60-ish años que había estado en varias compañías que no vale la pena enumerar, pero que seguramente conozcas. Tipazo total. Mi cliente estaba pivoteando, se estaban moviendo upmarket ya que cierto cóctel macroeconómico volvía entre burdo, dificultoso e imposible venderle esa solución a startups. El colega cayó a una reunión con unas 40 páginas de customer research, pilares de messaging, y distintos recursos que había trabajado con producto. Mind you, esta era una startup que, al menos en ese entonces, pagaba por investigación de mercado a una consultora.
Cuento esta pseudoanécdota porque me señaló que ciertas formas y creencias bajo las que operaba eran correctas. Vino un viejo lobo de tech e hizo exactamente lo que una persona con cintura gerencial hace: Darle a sus colaboradores lineamientos claros, en un soporte asincrónico. Suena como una estupidez, porque lo es, es extremadamente sencillo de ejecutar. Ahora bien, si es sencillo, ¿Por qué es tan raro?
Vuelvo a Vonnegut un momento, y me pregunto:
Quizás se deba a que mucha gente cree que en el mundo hay personajes principales y personajes secundarios. Uno, por supuesto, es un personaje principal y aquellos a su alrededor son secundarios. Sus necesidades no son atendibles, fijémosnos si ligan un capítulo de mitad de temporada.
La mayoría de las máquinas de gerenciar son defectuosas, yo incluído. Pero algunas son tan defectuosas que bien podrían ser máquinas de hacer miserable a todo el mundo.
Creo que el hecho de que uno tenga que promptear a ChatGPT (u otras IA conversacionales) podría revalorizar la buena comunicación. Lo pienso de cara tanto a las máquinas de gerenciar defectuosas, como a nuestros jóvenes que no saben expresarse.
Potencialmente, este contexto podría ayudar a cultivar dos habilidades:
La habilidad de saber explicar qué quiere uno.
La habilidad de saber qué querer.
A esta última se la está llamando “gusto” y se dice que “se está comiendo” al software. Lo vemos la semana próxima.
Btw, estoy considerando hacer una guía práctica para comunicación interna. Una suerte de amuleto de la cultura empresarial que quiero ayudar a importar. ¿Te interesa?
Hasta el próximo domingo,
Aaron
"Todo depende de cómo me lo pidas" decís que dice la IA, está bien como resumen?
Sobre la encuesta estoy tentado de darle por más que no cuente con mi propio emprendimiento
( ̄▽ ̄)b
Ahora sobre el tema de el deterioro en la calidad comunicacional de los más jóvenes tiro varias cosas que pueden parecer inconexas pero que tendrían un hilo de fondo en relación con esto:
-Para empezar ¿Alguno no vio en ciertas series de manga/anime tipo escolar como los personajes principales el típico cliché de callado/a del salón?
- La observación anterior se extiende a los manwhas coreanos, que tienen un poco más de estilo occidental y al menos existe el nivel universitario como escenario narrativo
- Volvamos ahora a una geografía más cercana y familiar. A riesgo de generalizar a partir de un conocimiento que parte de un consumo de productos audiovisuales actualmente bastante pobre, creo que también se puede señalar en series de público juvenil como pueden encontrar en ciertas producciones de Netflix personajes de baja interacción social aparecen. Se encuentra además una forma de comunicación que la describiría como más "torpe", "socially awkward", que por momentos uno dice como corno se puede hablar así que eso es actuar, parece más bien que se hace todo desganado, no sabría quizás explicarlo bien pero sería como muy "poco pulido" en ciertos diálogos (hay casos y hay casos por supuesto https://youtu.be/a5EwXqwzb3A?t=13).
- Finalmente pondría a redes sociales y como desde tu típico post cortavenas/screen de twitter/meme self-insert se expone una montaña de ego que sonrojaría al mismisimo Stirner -no se si encontraría de lo que el habría expuesto en su obra pero en definitiva daría fe de que alguno grado de cringe le despertaría como todo ser humano- con el fin de encontrar espacios de socialización a la vez de desahogo https://www.instagram.com/p/C_6vIVoPqZH/.
La cuestión puede sonar como algo anecdótico pero deja de tener su gracia cuando tenes gente de más de 20 años que hablar por teléfono para servicio de cable o salir a comprar al supermercado y pasar por el cajero le genera ansiedad social. Y eso después querría verlo en entorno directamente de desempeño laboral.
Nada más que agregar.