¿Qué tal?
Espero que estés teniendo un gran día. Debido a mis diversos hobbies y a las demandas de mi vida profesional, desde hace meses mis amigos me azuzan con la idea de mudarme a Capital Federal. Este mismo momento ejemplifica mis causas para mantenerme recluído. Estoy sentado solo en el living. Está soleado afuera y adentro. Los ventanales compiten por cuál muestra la mejor palmera. A lo lejos, un perro alienado está ladrando desde hace 15 minutos. Alguien corta el pasto.
Parecería que no, pero esta introducción es perfectamente relevante para el tópico que me convoca hoy. Mi canción de la semana es “Million dollar man” de The Dig:
El rostro impide matar
En la edición anterior, convalidé ciertos delirios sobre la naturaleza demoníaca del internet. En internet uno puede ver sin ver y hablar sin hablar. El costo moral percibido de ser cruel, astringente o injusto se ve reducido, dada la ausencia del rostro. Todo es un simulacro, todo es un proxy para algo más. No hay gente en internet.
En la cotidianeidad, esta indolencia lleva a trifulcas desproporcionadas - debates vigorosos sin nada en juego, sobre tópicos que a nadie le importan realmente. En casos excepcionales, propulsados por un sadismo patológico, la distancia y sus consecuencias habilitan el hostigamiento sistemático a individuos particulares y lo convierten en un espectáculo.
De cuando en cuando, algún que otro caso llega a los medios: “El hombre al que ser un meme le arruinó la vida”; “Niño que ‘se volvió viral’ tras una entrevista televisiva sufrió bullying”; “Adulto discapacitado que fue hostigado, violentado y vejado sexualmente durante más de 10 años es arrestado por abusar de su madre”. Uno de estos ejemplos no es como los otros.
Voy a dedicar los próximos párrafos a analizar distintas etapas de la memificación y el hostigamiento. El cyberbullying como problemática adolescente es una preocupación de padres y escuelas. Pero en cuanto posibilidad latente para cualquiera, es una feature de cómo funciona internet hoy.
Mascoteado
“Mascotear” a alguien es generar un sentido de distancia que habilita su explotación humorística. La “mascota”, por lo general, no es un humorista voluntario, quien diseña chistes a consciencia con el objetivo de hacer reír, no se ríe con su audiencia. Hay un sentido de asimetría esencial a este tipo de relación.
Reconozco tres grandes niveles de mascoteo:
La mascota como avatar
La mascota como otro explotable
La mascota como proxy
La mascota como avatar
Mínima asimetría percibida.
Las bromas dirigidas a la mascota no están cargadas de inquina, el nivel de agresividad dirigido a la mascota es bajo.
Se reconoce un carácter virtuoso en la mascota, a pesar de las peculiaridades que justifican su status.
Hay una re-apropiación posible, ya que la audiencia de la mascota lo encuentra, si bien excéntrico, profundamente agradable. Quieren verlo triunfar.
Subyace a este vínculo un sentido de agradecimiento profundo: La mascota es admirable. Su desajuste admite una espontaneidad que visibiliza las partes de nosotros, la audiencia, que sentimos como vergonzosas o perfectibles. Cierta inabilidad social, o intereses obsesivos con tópicos de nicho. La mascota es un avatar de nuestra propia psique, una suerte de niño interior al que hay que apoyar y amar, como nosotros pretendemos que nos amen y apoyen por quienes somos.
La mascota como otro explotable
Asimetría media-alta.
Se perciben falencias explotables por su potencial cómico, pero no se reconocen “cualidades redentorias” en la mascota.
Relación con la audiencia suele ser casual.
Fracción radicalizada podría buscar activamente falencias que brinden una justificación moral para profundizar la agresividad.
La mascota como proxy
Asimetría alta.
Se percibe a una persona (de a pie, irrelevante) como símbolo de una causa a la que la audiencia se opone. En su matiz apolítico, este fenómeno se da trasladando una carga traumática a la mascota.
Por ejemplo, si la mascota es una mujer que ha grabado un TikTok contando que manipula a los hombres de cierta manera específica, corre riesgo de ser mascoteada como proxy de alguna ex-novia o interés romántico no correspondido.
El proxy podría encarnar un temor social ante el cual la audiencia se siente impotente.
En estos casos, fantasías correctivas se combinan con fantasías de venganza. Ante la imposibilidad de atacar el problema macro, o de garantizar que aquellas actitudes exhibidas por la mascota dejen de existir, se arremete enérgicamente sobre el individuo.
El proxy podría encarnar falencias autopercibidas en la audiencia. Pero, en lugar de generar un sentido de reconocimiento virtuoso, causa una repugnancia profunda. Arruinar a la mascota es matar aquello que no nos gusta sobre nosotros mismos.
Toda crueldad está justificada moralmente.
Doxxeado
En instancias de alta agresividad y alta asimetría percibida, es común que la mascota sea doxxeada.
El doxxeo consiste de un intento de vulnerar la privacidad de la mascota, mediante la publicación de sus datos personales. Por lo general, este acto acarrea la intención de:
Visibilizar las supuestas transgresiones de la mascota ante sus afectos y empleadores.
Escalar el hostigamiento mediante visitas sorpresivas, envíos absurdos, y otras tácticas para generar un sentido de malestar e inseguridad.
Llegado este punto, la judicialización es una posibilidad latente, y cualquier persona que esté dispuesta a llevar a cabo este tipo de tácticas se ha quedado sin alibi. Hay rostro y ya nada es una broma.
El doxxeo presupone que aquellas transgresiones de las que se acusa a la mascota son tan graves y tienen tal impacto en el mundo material que es menester escalar el conflicto - no podías abrir los DMS, ahora vas a sentir que no podes abrir la puerta de tu casa.
Punto de inflexión
Siendo honestos, el doxxeo tiene dos intencionalidades posibles:
El deplataformeo - es decir, que la persona acosada se vaya de internet.
El suicidio.
No hay tercera opción. Cualquier parada intermedia está camino a uno de esos dos destinos, y profundiza la humillación.
Internet permite que una persona generalmente amorosa trate a los demás de una manera en la que nunca se le ocurriría hacerlo. Personajes, bromas, y el sentido de irrealidad de las plataformas sociales logran esto. Cuando se rompe el pacto y los conflictos derraman a la realidad material, ya no se trata de alienación, pos-ironía, y LARPing, sino de sociopatía y delito.
Quienes vivimos en internet sabemos que hay una línea en la arena que separa a la persona del personaje. En algunos casos, esa línea es fina y difusa. No se trata de un cambio de vestuario, si no de una barrera sanitaria. En otros, el personaje es una herramienta para generar impacto y operar en ciertos círculos, vagamente representativa de quien lo opera. Una vez esa línea desaparece, si la persona en cuestión no está en control de su situación, todo va a ir cuesta abajo.
Arruinado
En 2007, un muchacho de West Virginia atrajo la atención de algunos usuarios de 4chan, luego de publicar fragmentos de un comic hecho a mano. El comic no parecía de gran mérito artístico. Era pobre técnicamente y narrativamente infantil. Su protagonista era una suerte de híbrido entre dos personajes populares pre-existentes. A las claras, se trataba de la obra de una persona discapacitada.
Esta ilustración despertó cierta curiosidad, que llevó al descubrimiento del sitio web y el canal de YouTube de su creador. Ante un aluvión de atención, el muchacho se grabó frente a su casa, leyendo un comunicado a sus nuevos seguidores y auto-identificandose como una persona autista.
Llegado este punto, podrían haber pasado una de dos cosas:
Opción A, buen final
La audiencia reconoce a una persona creativa, aunque con impedimentos serios para forjar una visión coherente y ejecutarla. Lo contienen, apoyan, y conectan con los recursos que necesitaría para progresar. Este individuo es inspirado por su audiencia a seguir compartiendo sus creaciones. Su familia acompaña y media sus canales sociales. Eventualmente, llama la atención de un historietista famoso, que lo invita a trabajar con él como asistente. Historia de superación Hollywoodense. Si quieren, también puedo proponer un actor para el protagónico y un director. ¿Quién hizo la película en la que Sandra Bullock adopta al muchacho afroamericano? No recuerdo.
Opción B, lo que realmente pasó
Sin una estructura familiar con los recursos ni la estabilidad para contener al muchacho, y habiendo llamado la atención de una horda cruel, lo que sucedió a continuación fue una seguidilla de 15 años de hostigamiento. Situaciones ridículas montadas a drede, dobles agentes que aparecían en su vida con el objetivo principal de generar material cómico. Filtración de videos íntimos, manipulación, hostigamiento hacia allegados y familiares. Década y media de mascoteo agresivo con alta asimetría y una persona discapacitada como target. Su fin último fue un raid delictivo por el que el muchacho fue arrestado y condenado. Por supuesto, los hostigadores no son culpables - pero andá a bancarte 15 años de Truman Show teniendo el IQ de un niño de 10 años.
Todo el hostigamiento fue documentado en diversos videos de YouTube, con una minuciosidad entre ridícula y patológica. Por ejemplo, al día de hoy, un canal de YouTube sube un video mensual compartiendo actualizaciones sobre la vida de esta persona - sobre la vida real de esta persona.
Llegado este punto, quizás te preguntes qué escala de interés puede merecer este tipo de material. Cada video de esta serie tiene entre 600k y 250k visitas.
“Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón.”
- Jorge Luis Borges
Hasta la próxima semana,
Aaron