Tuve mi primer empleo más o menos real a los 19 años. Trabajaba como copywriter en horarios imposibles. Y era el único copywriter colaborando con un equipo mayoritariamente indio y filipino, a quien se había enviado en la misión de reconstruir y optimizar un sitio pantagruélico de 400 landing pages. Empezaba mi jornada a las 18:00 y terminaba a las 03:00.
Entonces enviaba un parte de las actividades de la noche, y me iba a dormir. Dormía hasta las 05:30. A las 05:30 me bañaba, desayunaba y me iba a la universidad.
Dormía hasta llegar a 9 de Julio. Luego tomaba un colectivo. Tenía un par de clases. Me escapaba a algún shopping. Fumaba como un escuerzo. Volvía. Almorzaba. Dormía. Entraba a trabajar.
Cuando no estaba durmiendo, estaba leyendo. Por eso, entre microtarea y microtarea, en algún momento, decidí empezar un blog para rescatar y comentar fragmentos. Elegí un nombre self-defeating. En su momento esa impronta me parecía contestataria. En realidad, era una reafirmación de lo que toda fuerza influyente en mi vida me estaba manifestando.
Nada Respetable funcionó como mi blog personal durante cosa de un año. Eventualmente, un amigo le envió mi perfil de Instagram a una rubia de 1,80. Al poco tiempo de conocerla, me envió algo que había escrito analizando el trap como producto cultural importado. Comenzamos a publicar juntos. A los pocos meses, hizo un hilo en Twitter criticando algunos puntos de El Libro Negro de la Nueva Izquierda. Ganó varios seguidores. Me presentó a algunos amigos. Ahondar en el resto sería absurdo.
En este artículo pretendo analizar nuestros aciertos y desaciertos de Nada Respetable como proyecto, más allá de lo personal.
Pero antes, es necesario dejar algo claro: Lo haría todo de nuevo. E incluso sabiendo lo que sé ahora, lo haría mal. Haber “atinado” con Nada Respetable, “pegarla” me habría dejado en una posición mucho más precaria que en la que estoy ahora. A diferencia de la primera vez, me equivocaría a drede, y me equivocaría en otras cosas.
El fascismo
Con alrededor de 3,000-5,000 usuarios únicos en su pináculo, Nada Respetable fue la publicación antifascista independiente con mayor circulación de la República Argentina. ¿Me vas a conceder ese hecho, lector? Bien.
Ahora, nuestro síndrome de Casandra nos llevaba a sobreestimar la peligrosidad de expresiones de derecha, aún hoy, vernáculas. Pasamos demasiado tiempo contestando delirios marginales, jugando a la “culture war”. Y nuestra audiencia, mayoritariamente de izquierda y filo-izquierda, estaba en la misma.
En nuestros últimos meses de actividad, nos habíamos prometido enfocarnos exclusivamente en crítica cultural. Entonces, limpiamos el archivo de Nada Respetable y redujimos la colección de contenido a la mitad. Teníamos alrededor de 100 piezas subiendonos a polémicas vacuas. Contestabamos mucho, “refutabamos” como ateos de YouTube. Pero le dedicamos demasiado poco tiempo al ejercicio positivo de construcción de comunidad, reafirmación de la identidad, etc. etc.
Y a mi parecer ese ejercicio es la única praxis antifascista eficiente al alcance del ciudadano común. El autoritarismo y el viraje hacia el odio y la discriminación son consecuencia de dolencias causadas por falta de prospecciones, falta de sentido de comunidad, y falta de sentido de honor y propósito. Es la manifestación política de una pulsión de muerte que se apodera de la sociedad, infecta la cultura, y encuentra su forma más nociva tomando control del Estado.
Lo más cerca que estuvimos de tomar ese camino de construcción comunitaria fue en febrero de 2020. Antes de la pandemia habíamos comenzado a organizar eventos IRL con una concurrencia interesante. El mejor futuro posible para la publicación habría sido pasar a organizar eventos culturales. Pero nuestros planes fueron truncados por causas de fuerza mayor. Y al poco tiempo algunos del equipo nos vimos obligados a fundar una compañía.
La pandemia fue un evento bisagra en las vidas de la mayoría de los miembros de Nada Respetable. Algunos sufrieron bastante, otros se distanciaron. En mi caso, la pandemia tuvo un efecto positivo en mi vida y en mi carrera. A pesar de mi postureo punk, comencé Nada Respetable con estrellas en mis ojos. 2020 fue un rito de pasaje que me dejó con una pátina de cinismo muy sana.
Pero bien, más allá de este lapsus auto-referencial, algo es cierto: La gestión de la pandemia fue un ejercicio de poder Estatal a nivel global que cumplió con ciertos parámetros de lo que nosotros habíamos sindicado como fascismo.
Repentinamente, el Estado impuso un toque de queda con un impacto pernicioso sobre el tejido social. Hubo una escalada significativa de la violencia policial, se implantó un puritanismo muy feo en ciertos sectores sociales, y el Estado desplegó un aparato de vigilancia sin precedentes en la historia reciente. La gestión de la pandemia fue un ejercicio autoritario.
Esto, por supuesto, sin ahondar en la variedad de historias personales que marcaron a la pandemia (y sus consecuencias) como un evento traumático a nivel personal y a nivel colectivo. Recién en unos años vamos a tener la cabeza lo suficientemente fría como para poder hablar de esto en serio.
Ahora bien, en 2020 no se podía hacer ningún análisis en esa línea. Aunque no se negara la gravedad del COVID-19, y aunque no se negara la efectividad de las medidas preventivas, cuestionar el rol del Estado durante la pandemia era impensable para nuestra audiencia.
El hecho de que nos hayamos enemistado con mucha gente que nos seguía es anecdótico. La pandemia como problema político nos dejó a la deriva. Creíamos que nuestro marco de referencia (principalmente importado) era un machete. Pero sólo servía para untar manteca.
El Breadtubismo sólo sirve para abordar problemas de derechos civiles a mediano plazo, en un marco social-demócrata, y para darle carreras a gente linda. Está equipado para atacar un tipo de autoritarismo, proveniente de “los mismos de siempre” y particularmente repulsivo en lo estético y en lo discursivo.
Entonces los análisis son llanos. No hay fundamentos, no hay principios. Sólo respuestas a contrincantes muy específicos, con productos particularmente ofensivos.
Nuestro rol en el discurso público (si es que tuvimos alguno) fue el de entretenernos contestandole a los peores de “los suyos”. Esto no redundó en un enriquecimiento teórico o doctrinario. Es decir, no nos sirvió para hacer política. Y nos dejó fatigados para asumir un rol cultural más interesante.
Deng Xiaoping
Nada Respetable fue la fábrica de algunos de los memes más interesantes de la política argentina de los últimos años.
Uno de nuestros colaboradores recurrentes (y aún hoy, un gran amigo) creó el meme de Sergio Massa como Deng Xiaoping en un artículo titulado “El Massismo y las zonas económicas especiales”. De hecho, en una vieja computadora tengo el archivo editable del fotomontaje que hicimos para el artículo.
Destaco algunas de sus observaciones introductorias:
“Massa, apenas comenzada la presidencia de Alberto Fernández, agitó reforma tributaria. Más simple y más progresiva (como tiene que ser). ¿Lo hará? ¿Qué hará? Anduvo amagando con implementar doctrina del shock, es decir, aprovechar la coyuntura de -quizás extrema- crisis para implementar sus importantísimas reformas. El panqueque empieza a jugar fuerte. Empieza a moverse hacia un peronismo más liberal.
¿Pongo fichas en Massa? Sí. Massa es una moneda volátil. Ahora está barato -quizás, demasiado barato. Pero a mí me gusta apostar. Seguramente va a poder gobernar, al menos por ahora tiene el apoyo de Máximo Kirchner, figura cada vez más importante en el Kakismo. Yo pensaba que el peronismo se quebraba otra vez, pero ya casi que no me planteo esa posibilidad.
¿Votaré a Massa? Si es evidente que todo el mundo va a votarlo, como pasó con Alberto Fernández, quizás no me pinte darle aun más poder. Quizás sí. Pero es probable que, si Cambiemos logra reorganizar sus fuerzas, la cosa se ponga peleada y tenga que activar esa boleta.”
Definitivamente el grupo humano que se forjó alrededor de la publicación tenía una visión política madura e interesante. Este artículo data del 16 de junio de 2020.
A su vez, jugamos con revivir el Posadismo, un entrañable delirio místico trotskista.
Estéticamente también supimos ser excelentes. A diferencia de otras publicaciones de izquierda, teníamos:
Suficiente presupuesto como para invertir en vernos bien
Expertise en diseño & desarrollo web
Si no escalamos como producto, fue por:
Apelar a una audiencia demasiado pequeña
Falta de voluntad para hallar financiamiento
Ser demasiado astringentes y poco monetizables
Una postura tan marcadamente zurda que nos era difícil salir de nuestro nicho y colaborar con marcas más establecidas sin generar una desconexión con nuestra audiencia
Haber llegado demasiado tarde al blog y no haber sabido pivotear a contenido audiovisual a tiempo
A su vez, el desarrollo profesional de buena parte de los miembros del equipo fundador nos dejó sin tiempo para escribir. Intentamos reactivarnos con una serie de conversaciones en Twitter Spaces, pero pronto se nos agotó la cartera de potenciales invitados.
A su vez, nuestra dependencia para con Twitter como canal de difusión principal nos puso a merced de los vaivenes del producto. Y escalar a otras plataformas implicaba mayor tiempo y esfuerzo.
Antes de dejar de publicar, produjimos dos videos de muy buena calidad, con un equipo con quien sigo trabajando. Pero en esos experimentos finales, nos dimos cuenta de que la marca nos encorsetaba. Cambiamos. Nuestra audiencia cambió. Y el clima cultural, económico y tecnológico para realizar nuestra visión está tardando en nacer.
Técnicamente, Nada Respetable no "terminó”. Los mejores del equipo seguimos trabajando juntos. Hoy en día, estamos pre-produciendo y trabajando MVPs de proyectos que triunfen donde Nada Respetable no pudo.
Como dije al principio, lo haría de nuevo.
¡Gracias!
Ahora entiendo mejor la historia de ese proyecto intelectual que para mi fue una apertura a una posibilidad de tratar temas de actualidad, consumo cultural y más que vi varios de los artículos (admito no todos). Fascinante y justo conocerlos de hecho por el 2020 creo que en efecto y siendo preciso.
Si sirve de algún consuelo, por mi parte, alguien quizas más de la otra "vereda", de los excepcionales "zurditos" que me gustaron -y porque no, seguir gustando :) - leer en su momento sin que me resultase el equivalente a sentir malestar en las "zonas nobles" ( mejor conocido como "break the eggs" argento) contra otros pretendidos "autores" y medios lefties que se me hacían irritantemente hipócritas, soberbios y superficiales para aguantarlos.
Yo creo que merecería alguna mención hasta en una lejana pero posible historia de las ideas en Argentina. Pero quizas es mucho cine para empezar hypearse por un presente que no termina de procesarse pasado. Veremos.